El pueblo de Sandavágur conserva una tradición que, año tras año, acaba con la vida de cientos de cetáceos. “Otro verano más, el mar quedó teñido de rojo con la sangre de 180 ballenas”, informó el diario Daily Mail. Sandavágur está ubicado en las islas Feroe, en el Atlántico Norte, Dinamarca.
La actividad forma parte de una antigua tradición —llamada Grindadráp— que se remonta al siglo XVI, que consistía en la cacería de cetáceos para superar los rigurosos inviernos.
La grabación de la última cacería muestra a decenas de residentes, niños incluidos, trabajando en la matanza de 180 ballenas en la costa, dicho material ha aparecido en las redes sociales, provocando indignación y crítica.
Tradicionalmente, la carne de ballenas y delfines capturados en verano proporcionaba a los isleños alimentos para todo el año, no se exporta y tampoco se vende en tiendas, sino que se prepara y se consume directamente en los hogares de los cazadores.
«Las capturas se comparten sin el intercambio de dinero entre los participantes y la comunidad local«, afirma un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de las Islas Feroe.
Esta sangrienta caza ha generado indignación entre los defensores de los derechos de los animales, organizaciones como WWF, PETA y Humane Society International, que aseguran que es «cruel e innecesaria».
Las autoridades locales siguen protegiendo esta tradición, pese a los llamados de atención de los defensores de animales, argumentando que la carne y la grasa de cetáceos no solo son una «parte valiosa de la dieta nacional», sino que la cacería asegura que las islas, de posibilidades agrícolas limitadas, sean autosuficientes.