Marissa Mayer o Meg Whitman, de HP, siempre estaban presentes en años anteriores, pero con ambas sin cargo directivo, la representación femenina ha desaparecido.
La Feria de Electrónica de Las Vegas (CES) se ha tenido que mirar en el espejo y no ha sabido responder. Un par de días antes del comienzo de la cita estalló lo que se comentaba en redes desde hace un mes, ¿cómo era posible que no hubiese ni una sola mujer en el programa oficial de conferencias? Nada.
Irónico que en una industria tan moderna, aún tengan costumbres anticuadas.
En los años anteriores era normal la aparición de Marissa Mayer o Meg Whitman, de HP. Con ambas sin cargo directivo, la representación femenina ha desaparecido.
“Para participar en una conferencia como ponente en CES hay que ser presidente o consejero delegado de una gran empresa con reconocimiento en la industria. Nos molesta, pero es un espacio limitado y son muy pocas las mujeres que lo logran”, es la respuesta oficial de la organización.
La industria dice estar comprometida con el cambio necesario, pero no parece hacer demasiado para corregirlo. Quizá el único cambio, a mejor, ha sido la desaparición, con alguna excepción en la zona asiática, de las boothbabes, como se llama a las azafatas que sirven de reclamo estético, pero ni son perfiles de la empresa, ni contestan preguntas de los productos. Son, sin más, mujeres objeto, ligeras de ropa o muy ajustadas, puestas para atraer la atención como un señuelo.
A diferencia de las conferencias de desarrolladores de Google, Facebook o Apple en esta importante cita tecnológica no hay un código de conducta concreto que prevenga los incidentes sexistas o el acoso. El encuentro, que ya ha llegado a la 51 edición, ha pasado medio siglo, sin dar un papel relevante a las mujeres.
Ahora, con el movimiento #MeToo candente, no han tenido sensibilidad ni cabeza para dar un giro inclusivo y cambiar el rumbo de una industria pujante en lo económico, pero retrasado en cuanto a igualdad.