Si alguna vez ha soñado que los guitarreos con sus amigos puedan dar vida a un local abierto al público, hay una experiencia que le mostrará que no es una idea descabellada. Desde septiembre de 2010 funciona en la ciudad de Ancud, Chiloé, un original pub-piano bar, con un innovador concepto que en menos de tres semanas se tradujo en un lleno total. Para conocer la génesis y características de esta experiencia, el verano pasado El Ciudadano conversó con Carlos González Saldivia, gestor y anfitrión del “Atrapasueños”.
Una familia vinculada a las artes solía reunirse con sus amistades en frecuentes veladas y tertulias músico-literarias. Con el tiempo surgió la idea de habilitar un espacio propio pues las casas se habían hecho estrechas. Lo que comenzó como un sueño, luego se atrapó en un proyecto, y hoy es una realidad concretada en la ciudad de Ancud, en la isla grande de Chiloé.
La iniciativa se desarrolló en dos períodos: en 2004-05 se habilitó la primera parte de una antigua casa familiar, y hacia 2008-09 se le instaló un escenario con iluminación de teatro, amplificación y micrófono. El arquitecto que diseñó el espacio, Teófilo Cárdenas, fue encomendado para que lograra darle una atmósfera hogareña; no podía faltar la madera y una estufa a leña de combustión lenta. Posteriormente, se tramitó la patente municipal y en septiembre del año pasado se abrió al público. Partieron sin publicidad y sólo entregando tarjetas de presentación a familiares y amistades. En tres semanas, lleno total.
Si bien primero surgió la idea de bautizarlo como “Atrapanieblas”, finalmente decidieron ponerle “Atrapasueños”, que es un aro, originalmente de madera de sauce, construido con red y plumas que los indígenas ojibwa utilizaban para filtrar los sueños o visiones. Según una leyenda norteamericana, es un artilugio que sirve para espantar las energías negativas, así como también hay quienes piensan que cantando se alejan las malas ondas.
Carlos González es el anfitrión todas las noches. Para él, las personas que van al “Atrapa” no son clientes sino parroquianos. La intención es que se sientan en casa, para lo cual él visita una por una las mesas, y se asegura que todos se sientan cómodos y bien atendidos. La decoración es sencilla y con espacio para la exhibición de pinturas. Sobre cada mesa hay individuales de papel con un poema de Pablo Neruda. La carta es variada y contiene algunos platos y tablas típicos de la zona. No hay cervezas de litro ni happy hours. “No es la idea que la gente venga a emborracharse. El contexto no está hecho para posibilitar la embriaguez y esto es valorizado por los asistentes”, señala Carlos.
Entre las características que según González hacen del “Atrapasueños” un sitio particularmente atractivo figuran: Es un lugar discreto, no es vistoso ni tiene gran fachada; el local es amplio y alto (pueden convivir fumadores y no fumadores); la madera desnuda, natural y sin barniz, entrega calidez al ambiente; la parrilla musical es transversal a todas las edades; la intensidad del sonido es moderada, por lo que se puede conversar sin necesidad de gritar; no hay karaoke, TV ni distractores; hay una presencia permanente de artistas locales, regionales y nacionales: músicos, poetas, actores; hay un cuidado por la calidad de la comida y bebida preparada; el amoblado es cómodo y espaciado, que permite que los asistentes no estén apretados; está ubicado en el centro de la ciudad; posee un diseño arquitectónico armonioso, con ventanas, platea y balcón; hay sobriedad en la ornamentación y se completa con la presencia de un piano.
Ese mismo teclado y una guitarra permanente en el escenario, permiten que la gente pueda participar: cualquiera puede tocarlos; además, la amplificación posibilita que las personas declamen poesía. La gente logra bailar entre medio de las mesas. González explica que el “Atrapa” fue creado para los artistas y que por sus tablas han desfilado una amplia variedad de estilos musicales, se han realizado conciertos, puesta en escena de fragmentos de obras teatrales, performances, actuación de cuenta cuentos, poetas, etc. “Los artistas locales se sienten dignificados a la hora de la presentación y acogida del público”, explica.
Carlos González la define como una experiencia entretenida y que prendió mucho más rápido de lo esperado. Aunque reconoce que se les hizo chico el espacio y que cuentan con posibilidades de ampliarse, afirma que eso será más adelante, “cuando caiga de maduro”. Por ahora disfrutan de la intimidad de este “animal nocturno con rápido desarrollo”, como lo define. Y de madrugada, cuando las visitas se han ido casi todas, generalmente se queda el mismo grupo de familiares y amigos que imaginaron este proyecto, guitarreando hasta el amanecer.
HOMBRE DE RADIO, TEATRO Y LETRAS
Carlos González Saldivia nació en Ancud el 4 de noviembre de 1953. Sus estudios superiores los realizó en la Escuela Normal de Ancud y en la sede que en esa ciudad tenía la Universidad Austral de Chile. Se tituló de Profesor de Educación General Básica.
Entre 1992 y 1999 fue el Director en la red de emisoras de la radio Estrella del Mar del Obispado de Ancud. Hasta 2006 se desempeñó como secretario general de la Corporación Cultural Municipal de Ancud.
En el género del Teatro, González escribió, en 1988, “Noventa días de invierno” (sobre una mujer joven relegada en dictadura a esa tierra “maldita” y bendita a la vez); en 1990, “Circo en la lluvia”; en 1992, “Cuentos para Mariana”. Publicó en 1995, “Chiloé, pan para hoy” (una historia de los últimos 50 años de la vida de los pescadores: boom–sobre explotación y después pobreza), y, en 1996, “El canto del Chucao” (un pájaro que no se ve entre las quilas; si le canta a la izquierda es mala señal, y si es por la derecha, significa que va bien), en que se muestran las diferentes opiniones en torno a la eventual construcción de un puente sobre el canal de Chacao. En 1997 editó “Frente al espejo” y en 1998 escribió el libro de poemas “Autoctonía”. También es autor de “Espantapájaros” (donde se manifiesta la preocupación por sobre explotación de recursos forestales y del bosque nativo).
Nacida en marzo de 2001, la Compañía de Teatro Municipal de Ancud es dirigida por Carlos González. En 2004 escribió la obra “Ancud, Neruda en tu memoria”, que narra la estadía del joven poeta en esa ciudad chilota hacia 1925-26. Actualmente está dirigiendo “Coloane: un siglo proa al sur”, que es un homenaje a Francisco Coloane, quien nació el 19 de julio de 1910 en Quemchi, Chiloé.
Sobre sus obras de teatro, González cuenta que es un continuador de la escuela creada en Ancud por el obispo Juan Luis Ysern, quien estaba siempre preocupado del hombre y la mujer de Chiloé, Palena y Guaitecas. Es una dramaturgia con contenido focal. El sacerdote planteaba que para que las personas se desarrollen tienen que cultivar el protagonismo con autonomía, ya que la ayuda externa los convierte en masa. El objetivo es que el público no sea simple espectador, sino que se empape con las preocupaciones del ser humano de esa zona.
Facebook: Atrapasueños Piano Bar
Dirección: Ramírez 469, Ancud
Celular 8 139 58 96
Por Cristian Sotomayor Demuth
El Ciudadano