Si hablo de Burdeos como ciudad del vino, sin más, todo el mundo lo entenderá como una expresión descriptiva, un apodo relativo a la identificación de la urbe francesa con su producto más conocido y representativo. Pero si lo pongo con iniciales en mayúsculas, Ciudad del Vino, la cosa cambia un poco. Sigue habiendo ese trasfondo común pero en este caso estaríamos hablando de un emblemático edificio que invita a sus visitantes a descubrirlo todo sobre ese afamado caldo.
La Cité du Vin, que se autopresenta como un mundo de culturas, pretende convertirse en un icono urbano bordelés gracias a una arquitectura futurista y espectacular, una referencia monumental contemporánea que ilumine el barrio deBassins à Flot, en la ribera del río Garona. Se trata de una estructura de formas redondeadas construida en fibra de vidrio y que, sin duda, enriquecerá aún la consideración que ya tiene Burdeos como parte del Patrimonio de la Humanidad.
El complejo, firmado por los arquitectos del estudio XTU Anouk Legendre y Nicolas Desmazières, intenta recrea la imagen de una vid combinada con un vaso de vino y sus correspondientes reflejos, gracias a esa brillante estructura exterior que cambia de color según el tono de luz que recibe a las diversas horas del día. Pero si es vistoso por fuera, no resulta menos por dentro, donde catorce mil metros cuadrados estructuran varios espacios expositivos destinados a tratar todos los aspectos de la enología.
Siguiendo un concepto de experiencia sensitiva, el visitante irá descubriendo interactivamente todo lo relacionado con la cultura vinícola a lo largo de un singular recorrido multimedia que apela a las emociones, las sensaciones y los sueños, yendo un pasó más allá de lo que es un museo clásico pero también diferenciándose de lo que ofrece un parque temático. Especialmente interesante resulta el hecho de que no limite su visión al vino local sino que extienda su ámbitoa todos a lo largo de la Historia, desde el producido en la Antigüedad en las tierras de Mesopotamia al cosechado en la bahía de San Francisco o incluso en los grandes espacios de Australia. Son tres mil metros cuadrados divididos en veinte áreas temáticas con atención a la historia, la geografía, la geología y las artes.
El resto está destinado a exposiciones, tiendas y locales de hostelería, biblioteca e instalaciones para espectáculos y eventos diversos como varios salones y un auditorio. En este último sentido hay que señalar que es posible reservar el sitio para alguna actividad particular que sumar al ya de por sí amplio programa de laCité du Vin. Por cierto, éste dispone también de rutas guiadas para conocer los viñedos in situ.
Merece una atención especial la torre Le Belvèdére, un mirador panorámico con restaurante que ofrece espléndidas vistas de Burdeos y sus viñedos desde la octava planta, situado a treinta y cinco metros de altura. Hay que reseñar, asimismo, algunos detalles curiosos, como una enorme lámpara de araña hecha de miles de botellas. Pero, además, se organizan exposiciones temporales, talleres, cursos y, sobre todo, catas de los mejores vinos del mundo, en una selección de una veintena de ellos que se irá renovando de forma periódica y que incluye zumos de uvas variados para los más jóvenes.
Vía: La Brújula Verde