Hace unos días, una amiga que no tiene muy buen dominio del inglés, me contó que unos amigos le presentaron a unos australianos en un bar, y que gracias a las cervezas que tomó su lengua se había soltado para conversar con ellos con una fluidez que ni en sueños se había imaginado. «Todas las clases de inglés que tuve en el colegio y el la U, de repente surgieron a mi cabeza como por arte de magia, con un nivel que ni en español es muy común», relataba.
Esta experiencia, que no es única de mi amiga, está respaldada por un estudio reciente, que se dedicó a observar lo que pasa con el efecto del alcohol en la habilidad de conversar en una lengua extranjera. Los autores explican lo que muchos hemos supuesto, y es que esta soltura se debe a que el alcohol desinhibe.
Esto es coherente con el hecho de que uno de los principales problemas que enfrentan las personas que están aprendiendo inglés u otra lengua extranjera, es el pudor de expresarse y sentirse observadas, y el temor a ser evaluadas o ridiculizadas.
El estudio, publicado en Journal of Psychopharmacology, fue conducido por investigadores de la Universidad de Liverpool (UK), de la Universidad de Maastricht (Holanda) y el King’s College London (UK). Los participantes fueron 50 hablantes nativos alemanes, todos estudiantes de Maastricht que intentaban hablar holandés, informa Vice.
El estudio fue aburrido: para empezar, había cerveza. A cada participante se le entregó un vaso de alcohol para tomar, pero la mitad recibió uno verdadero y la otra mitad, uno sin contenido alcohólico. El tamaño de cada vaso varió de acuerdo a la contextura física de cada persona, pero en general, un hombre de 70 kilos tomó un poco menos que una medida inglesa de cerveza (568 ml) con 5% de alcohol.
Luego, estos alemanes con un pint (568 ml) de ale (cerveza de alta fermentación) en la sangre, fueron invitados a conversar en holandés. Las conversaciones fueron grabadas en audio y más tarde reproducidas a dos holandeses nativos, quienes evaluaron a cada participante.
Los investigadores encontraron que los participantes que habían tomado cerveza con alcohol habían tenido un desempeño «significativamente mejor» que la otra mitad. Lo que pareció mejorar notoriamente fue la pronunciación, mientras que las otras áreas (gramática, vocabulario) mostraron un repunte.
La Dra. Jessica Werthmann, una de las investigadoras de Maastricht, atribuyó los resultados al «efecto reductor de ansiedad que tiene el alcohol», en Science Daily, aunque se apresuró a recalcar que para tener seguridad sobre el mecanismo es necesario hacer más estudios como este.
Otro investigador holandés, el Dr. Fritz Renner, también advirtió que estos resultados tenían ciertos límites. «Es importante destacar que los participantes en este estudio consumieron una dosis baja de alcohol. Niveles más altos de consumo pueden no tener efectos beneficiosos en la pronunciación de una lengua extranjera», dijo Renner.
El doctor Renner debe tener razón. Demasiado alcohol afecta la alerta, los reflejos, la coordinación muscular, la memoria, la capacidad de concentración y las funciones motoras, y estos efectos no distinguen idioma. Con demasiado vodka ni un ruso puede hablar ruso.
El Ciudadano