El abuso de Amazon debe ser detenido

Para lxs trabajadorxs, el precio de todo sube. Para todxs, la temperatura global sigue aumentando. Pero en lugar de apoyar a sus trabajadorxs, a las comunidades y al planeta, Amazon está exprimiendo hasta la última gota que puede. Por eso, hoy, 35 países se unen para hacer que Amazon pague.

El abuso de Amazon debe ser detenido

Autor: El Ciudadano México

Autor: Daniel Kopp

Amazon trata a sus trabajadorxs con despidos, recortes salariales en términos reales y vigilancia constante. Sin embargo, este Black Friday se están uniendo a través de las fronteras –y junto a ecologistas, defensorxs de la justicia fiscal y ciudadanxs– para contraatacar con huelgas y acciones coordinadas en 35 países.

El 14 de noviembre, Jeff Bezos anunció su intención de donar la mayor parte de su fortuna a la caridad y a la lucha contra el cambio climático. Aunque su anuncio fue escaso en detalles, el momento no parecía casual: ese mismo día por la tarde, el New York Times informó de que Amazon tenía previsto despedir a 10.000 trabajadorxs esa misma semana, lxs mismxs que crearon esa riqueza en primer lugar. 

La noticia del mayor despido de Amazon en su historia llegó después de su mayor contratación. En medio del cierre de las tiendas físicas durante la pandemia del Covid-19, Amazon duplicó su plantilla y triplicó sus ganancias.

Ahora, mientras la pandemia retrocede, el nuevo director general de Amazon, Andrew Jassy, habla de presiones inflacionistas y de una ralentización del auge de las compras electrónicas. Pero mientras trabajadorxs de todo el mundo se enfrentan a una crisis del costo de vida única en su generación, Amazon sigue creciendo. Sus ingresos en el tercer trimestre de 2022 ascienden a 127.100 millones de dólares, un 14,7 por ciento más que el año anterior. Como reveló Jassy en un comunicado, esto se debe en primer lugar a la «mejora de la productividad de nuestra red de cumplimiento», lo que significa que la empresa está exprimiendo a lxs trabajadorxs a través de una tecnología de vigilancia cada vez más intrusiva, unos objetivos poco transparentes, una reducción de los salarios reales y unas condiciones laborales inhumanas.

Desde la falta de mascarillas y otros equipos de protección durante la pandemia, pasando por tasas de lesiones dos veces superiores a la norma del sector, hasta el incendio de bodegas, lxs trabajadorxs de Amazon en toda su cadena de suministro se ven constantemente expuestos a riesgos, con consecuencias fatales con demasiada frecuencia. Y aunque la corporación está subiendo el precio de sus membresías Prime en muchos mercados, se niega a aumentar los salarios de acuerdo con la inflación. En el Reino Unido, ofreció a lxs trabajadorxs un ridículo aumento de 35 centavos por hora en agosto, es decir, un enorme recorte salarial en términos reales. En Francia y Alemania, lxs trabajadorxs también rechazaron ofertas que supondrían un recorte salarial en términos reales. Amazon obtuvo 33.300 millones de dólares en ganancias en 2021, pero no quiere pagar lo justo a sus trabajadorxs. 

Cínicamente, el ex director general Jeff Bezos afirmó que los elevados precios no tienen nada que ver con las ganancias, sino que se trata de la «dinámica básica del mercado«. Pero en realidad son las ganancias –y desde luego no los salarios– las que impulsan la inflación. Sin embargo, cuando lxs trabajadorxs de Amazon intentan contraatacar, la empresa toma represalias despidiendo a lxs organizadorxs y redoblando sus prácticas de represión sindical.

Mientras sus ingresos siguen creciendo a costa de sus trabajadorxs, Amazon también tiene previsto ampliar sus prácticas abusivas a nivel mundial. En los próximos seis meses, Amazon tiene previsto abrir mercados en al menos cinco países más: Bélgica, Chile, Colombia, Nigeria y Sudáfrica.

Y Amazon no sólo exportará su maltrato a lxs trabajadorxs, sino todo un modelo basado en exprimir lo máximo posible a las sociedades. Aunque a menudo se invoca la creación de empleo como argumento para la expansión de Amazon, un estudio realizado en Francia demostró que por cada puesto de trabajo creado en las grandes empresas de comercio electrónico, se destruyen seis puestos de trabajo en la economía tradicional. Pero no sólo eso: a diferencia de muchas pequeñas y medianas empresas, Amazon no paga su parte justa de impuestos. En Europa, la empresa no pagó ningún impuesto sobre la renta en 2021 y, en cambio, recibió 1.000 millones de euros en créditos fiscales por unas ventas de 55.000 millones de euros.

En el caso de Sudáfrica en particular, Amazon no sólo no devuelve nada, sino que perjudica activamente a comunidades enteras. En Ciudad del Cabo, la sede regional de Amazon se está construyendo en tierra indígena sagrada en el Club del Río, un lugar que colonos holandeses robaron al pueblo khoi en el siglo XVII, y que condujo al etnocidio gradual de la lengua, los sistemas de conocimiento y el modo de vida khoi. Como dice la Campaña de Acción de Liesbeek, una coalición formada por una amplia gama de organizaciones indígenas khoi y san, ONG, grupos religiosos, redes comunitarias, asociaciones cívicas, sindicatos, activistas ambientales y entidades de justicia social que luchan contra la expansión neocolonial de Amazon «los mismos colonizadores, sólo que con barcos diferentes».

Del mismo modo, Amazon amplía su cooperación con la represión. La empresa trabaja con el Departamento de Defensa de estadounidense, con departamentos de policía institucionalmente racistas y con agencias de inmigración como ICE. A pesar de la presión de sus propixs trabajadorxs, la empresa sigue suministrando al gobierno israelí tecnología de servicios en la nube, que puede utilizarse para vigilar y controlar a palestinxs, así como para permitir la expansión de los asentamientos ilegales de Israel. Amazon desempeña su papel en la consolidación del apartheid israelí. 

Amazon también exprime nuestro planeta acelerando el colapso climático. Su huella de carbono es mayor que la de tres cuartas partes de los países del mundo, a pesar de que Amazon sólo incluye el 1 por ciento de todas las ventas de productos en su contabilidad de carbono. Y aún así, aunque se comprometió a descarbonizar sus operaciones para 2040, las emisiones de CO2 de Amazon aumentaron un 18 por ciento en 2021. Entonces, ¿por qué deberíamos creer en la promesa de su multimillonario fundador de donar «su» dinero para luchar contra la crisis climática?

No deberíamos y no lo hacemos. Es obvio que no podemos confiar en la buena voluntad de Amazon para tratar a sus trabajadorxs con dignidad, para respetar el bienestar de la comunidad y para detener la destrucción de nuestro planeta. Por el contrario, nos organizamos para contraatacar. 

El 25 de noviembre, la coalición Make Amazon Pay –que comprende más de 90 organizaciones y es convocada conjuntamente por la Internacional Progresista y UNI Global Union– lanza su próximo y más grande día de acción global. 

Coordinadxs transnacionalmente, lxs trabajadorxs de Amazon en Alemania y Francia harán una huelga conjunta, mientras sus compañerxs estadounidenses realizan paros. Sus demandas compartidas: aumentos salariales por encima de la inflación, mejores condiciones de trabajo y el derecho a sindicarse sin represalias. En Polonia, el Reino Unido y la India, más trabajadorxs de Amazon se unen a sus compañerxs en huelga en protestas masivas. En Bangladesh, trabajadorxs de la confección se están levantando contra la explotación de la empresa en su cadena de suministro. Y en decenas de países de todo el mundo –desde Colombia hasta Japón– ciudadanxs y activistas protestan en solidaridad en plazas públicas, frente a las oficinas de Amazon y en los parlamentos nacionales.

En Luxemburgo, una coalición interinstitucional de activistas climáticxs, vigilantes fiscales y sindicalistas está llamando la atención sobre las prácticas de evasión fiscal de Amazon frente al Ministerio de Finanzas. En Sudáfrica, activistas de la Campaña de Acción de Liesbeek están llamando la atención sobre las realidades de la tierra, el colonialismo, la lucha y la resistencia, simbolizadas por una valla que bloquea a lxs indígenas de su tierra sagrada ancestral, al igual que la primera valla de alambrada de lxs holandeses separó a lxs pastorxs khoi de su tierra, agua, sustento y cosmovisión hace más de 350 años. Haciéndose eco de la lucha anticolonial, lxs palestinxs están llamando la atención sobre el apoyo tecnológico de Amazon al apartheid israelí.

A ellxs se unen manifestantes por el clima que se levantan para exigir el fin de la destrucción de nuestro planeta por parte de Amazon. En Irlanda, donde Amazon alberga la mayoría de sus centros de datos en el continente europeo, exigen que se ponga fin a la construcción de nuevos centros de datos, ya que absorben una parte importante del presupuesto energético del Estado y ponen a su capital, Dublín, en riesgo de sufrir apagones. 

Es este creciente movimiento global el que detendrá el abuso de Amazon sobre lxs trabajadorxs, las comunidades y el planeta. Juntxs, haremos que Amazon pague y redistribuiremos la multimillonaria riqueza de Jeff Bezos entre las personas y las sociedades que la crearon.

Traducción: Maria Inés Cuervo

Foto: Wire

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